Entre el descrédito y la desobediencia, la ardua tarea de la prevención en la sierra
San Pedro y San Pablo Ayutla, Oaxaca.- Para el pueblo mixe, en las montañas del noreste del estado de Oaxaca, la pandemia por coronavirus parece una enfermedad lejana, indeterminada y que no merece mayor interés; el obispo prelado de la región, Salvador Murguía Villalobos SDB, y los sacerdotes de los inaccesibles poblados hacen un ardua tarea de conciencia y prevención frente al descrédito y la desobediencia social de las indicaciones sanitarias; y, al mismo tiempo, lidian con las dificultades intrínsecas de no poder presidir y organizar todos los servicios religiosos acostumbrados.
La Prelatura de Mixes se ubica en buena parte del territorio montañoso del norte de Oaxaca, encomendada a los Salesianos de Don Bosco, los sacerdotes y las congregaciones religiosas atienden principalmente a comunidades indígenas. El obispo prelado Salvador Murguía revela las problemáticas particulares en un territorio donde la pandemia aún parece no haber tocado determinantemente a sus pobladores:
“La gente no cree que el coronavirus sea una enfermedad que nos vaya a hacer daño. La gente de la sierra nos dice: ‘Nosotros somos fuertes, no nos va a pasar nada’. Esa es su forma de pensar. Y, en segundo lugar, la mentalidad de las personas parece decir: ‘Si llega el virus, llega y punto; y se va a llevar a los que deba llevarse’. Por mi parte, les pregunto sobre la prevención y los cuidados que deberían tomar; pero ellos responden que no hay razón para prevenirse: si llega, llega y ya. Dicen: ‘Cuando te toca, ni aunque te quites; y cuando no te toca, ni aunque te pongas’. Esa es su lógica. Por supuesto, la muerte de una persona les afecta y todo; pero no les hace cambiar ni decir vamos tomando precauciones”.
Hasta el momento, el obispo indica que en la prelatura parece que no se han registrado muertes por coronavirus e incluso asegura lo difícil que es saber si es que hay contagios debido a la ausencia de pruebas: “Pensamos en Dios que no haya mucha gente afectada. Estar en la sierra, parece una ventaja porque no hay mucho contacto entre la gente; sin embargo, en los últimos días sí ha llegado mucha gente de Guadalajara, México o Monterrey. Mucha gente que trabaja de ordinario en las ciudades ahora está volviendo a sus pueblos porque no tienen trabajo allá; y quién sabe si algunos de ellos lleguen con la enfermedad”.
Para el obispo, sin embargo, hay una inquietud añadida: La restricción de la celebración del culto público afecta tanto a los fieles católicos como a los sacerdotes. A los primeros, por privarlos del acceso cotidiano a los sacramentos; y a los segundos, por modificar radicalmente su ritmo y estilo de vida.
“Eso es lo triste. Es una cosa muy fuerte contra párrocos, sacerdotes y especialmente contra el obispo por haber cerrado los templos al culto público, me han criticado mucho. Y lo que menos me duele es que digan malas palabras; pero lo que sí duele es cuando nos dicen que nosotros no creemos en Dios. Que nosotros les hemos enseñado a creen en Dios y somos los primeros que estamos dudando. Ahí es donde le duele a uno”.
La decisión de suspender las celebraciones públicas ha sido, sin embargo, una responsabilidad social, humanitaria y cristiana; la prelatura ha puesto pausa a muchas actividades y momentos de celebración, incluso a costa de su propia subsistencia económica, mientras se realizan esfuerzos administrativos para no dejar sin sustento a los ministros para que continúen actuando pastoralmente, con creatividad y responsabilidad. Pero, si llegase a enfermar un sacerdote o que, por medio de éste se pueda afectar a familias o comunidades, la prelatura se vería aún en mayores dificultades.
“Y esa creo que es la situación. Me parece que el problema que se nos va a venir muy fuerte es el de los trabajos, del desempleo y la situación económica. Si en otros lados de la República la crisis pega fuerte, aquí da coletazos mortales. Es una situación triste. Y seguro verán que la gente sufre calladamente. No habla. No se expresa de estas cosas. Y cuando uno habla de este tema, la gente te mira, saca sus conclusiones y no dice nada, sufre calladamente. Ellos, hasta no ver el momento de este problema, no se pronuncian”.
Con todo, el obispo Murguía reconoce que algunas personas sí hay respondido con obediencia, esperanza y fe: “Ha habido buena respuesta en algunas poblaciones, se han ido a sus pueblos, a sus ranchos y allí se quedan, les enviamos videos o mensajes para animarlos en el encierro; les decimos que se cuiden, pero en el fondo hay incertidumbre de cuándo termina esto, la gente no puede aguantar mucho”.
Finalmente, el obispo Salvador Murguía expresa su inquietud por el presbiterio de su región y de otras diócesis, por los ministros que hacen cabeza de Iglesia en los poblados: “Más que su situación económica me interesa la situación la psicológica de cada uno de los sacerdotes. Y es que, con toda razón, algunos me han preguntado: ‘¿Qué sentido tiene ser sacerdote cuando no celebras misa o administras sacramentos, cuando no ves a la gente?’ Y tienen toda la razón; pero debemos entender este contexto con todo sacrificio, hay que cuidarnos”.
“Así como entre la gente, también sé que entre los sacerdotes hay algunos que no son muy obedientes; porque desconocen, porque no creen en lo que sucede, hay gente que no hace caso y esperemos en Dios que no les pase nada malo. Pero a mí me preocupa lo psicológico de los sacerdotes, que salen a flote situaciones personales en estas condiciones; la inactividad y el encierro suscitan esto cuando no es una persona que se organiza, estudia, reza o tiene momentos bonitos de disfrutar la vida”, reflexiona Murguía.
Para el obispo, muchos sacerdotes entregan su vida a una intensa actividad en sus parroquias, con los fieles y los servicios que dan: “Son sacerdotes que viven a base de puro encuentro con las personas, de mucha actividad y muchas celebraciones; y de repente los frenas, eso es mortal. Por eso me urge estar en contacto continuo con los sacerdotes, buscarlos, preguntarles qué están haciendo y cómo se sienten”.
Según los datos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Prelatura de Mixes se extiende 10 mil kilómetros cuadrados, atiende a 165 mil habitantes con 21 parroquias donde sirven 33 sacerdotes, 15 diáconos permanentes y 45 religiosas profesas.